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lunes, 20 de junio de 2011

A un año de...Carlos Monsiváis


El 19 de junio de 2010, falleció una de las conciencias de México: Carlos Monsiváis. A un año de su muerte retomo del libro de Sergio Pitol, El arte de la fuga un fragmento que nos hace pensar sobre la figura de Monsi.

"...Entra de repente un voceador con la prensa de última hora. Los titulares cubren media página: Rubén Jaramillo ha sido ejecutado. Compramos el periódico. Hablan de Jaramillo en los términos más soeces, como si se tratará de un fiera peligrosa a la que al fin se le ha podido dar caza. Han matado también a sus cuatro hijos y a Epifanía, su mujer embarazada. El tono es celebratorio: una victoria más sobre la amenaza bolchevique. Carlos me hace una breve síntesis de la vida de Jaramillo: es un pastor metodista; se ha inconformado con el gobierno de Morelos por una serie de abusos que han tenido lugar en el campo. Vive en una comunidad cercana a Cuernavaca, donde los terrenos han subido inmensamente de precio. La especulación inmobiliaria los ha puesto en la mira. Jaramillo se ha convertido de manera natural en líder de la región: impidió que los colonos fueran expulsados. Tener el periódico en las manos es degradante expele un tufo inmundo. ¡A perro muerto se acabó la rabia!, parecen gritar. Al salir del restaurante, Carlos toma un taxi para volver a Portales, y yo camino a las pocas cuadras que me separan de mi casa. Hago ese breve recorrido envuelto en una sensación de irrealidad, de ira y de horror. Todo lo visto en los últimos días se convierte en fachada. El México bronco se encarga de hacerla añícos.

Ahora
Ningún intelectual celebró aquel crimen, ni intentó mitigar públicamente la responsabilidad del gobierno. los periodistas al servicio del Estado se ocuparon de hacerlo. Parecían embriagarse de gloria al cumplir esa tarea; sabían que a mayor abyección sus bonos en el erario serían superiores. Los escritores aún no se prestaban a hacer esos servicios. Eso llegaría después; durante el "salinato" se volvería una profesión suculentamente rentable, Fernando Benítez dedicó un suplemento de la Cultura en México, que entonces dirigía, al asesinato de Jaramillo. Él mismo con Carlos Fuentes y Victor Flores Olea visitaron la región de Morelos donde habían ocurrido los hechos las crónicas que escribieron fueron espléndidas y valientes.
Mis deseos de permancer en México se desvanecieron esa noche. Poco tiempo después salí del país. Carlos se quedó se empecino en sus propósitos, y gracias a ellos logró realizar buena parte del programa que en 1962 me confiaba en él María Bárbara. Ha escrito a partir de entonces libros iluminadores, eso se sabe; son un testiminio del caos, de sus rituales, su limo, sus grandezas, abyecciones, horrores, excesos y formas de liberación. Son también la crónica de un mundo rocambolesco y lúdico, delirante y macabro. Son nuestro Esperpento. Cultura y sociedad son sus dos grandes dominios. La inteligencia , el humor y la cólera han sido sus mejores consejeros. Estoy convencido de que el actual fermento para crear, a pesar de todos los pesares, una sociedad civil, tiene que ver con sus esfuerzos.
A su modo Carlos Monsiváis es un polígrafo en perpetua expansión, un sindicario de escritores, una legión de heterónimos que por excentricidad firman con el mismo nombre. Si a usted le surge una duda sobre un texto bíblico no tiene más que llamarlo; se le aclarará de inmediato; lo mismo que si necesita un dato sobre alguna película filmada en 1924, 1935 o el año que se le antoje; quiere saber el nombre del regente de la ciudad de México o el del gobernador de Sonora en 1954, o las circunstancias en que Diego Rivera pintó un mural en San Francisco en 1931, y que José Clemente Orozco lo calificó de "nalgatorio", o la posible transformación de la obra de Tamayo durante su breve período parisiense, o la fidelidad de un verso que le esté bailando en la memoria; de Quevedo, de Góngora, de Sor Juana, de Darío de López Velarde, de Gorostiza, de Pellicer, de Vallejo, de Neruda, de Machado, de Paz, de Villaurrutia, de Novo, de Sabines, de cualquier gran poeta de nuestra lengua, y la respuesta surgirá de inmediato: no solo el verso si no la estrofa en la que está engarzado. Es Mr. Memory. Es también, un incomparbale historiador de las mentalidades, un ensayista intensamente receptivo y agudo; leánse si no las páginas que ha escrito sobre Onetti, Novo, Beckford, Hammett; un crítico de cine notable, un estudioso de la pintura mexicana que ha producido páginas excelentes sobre Diego, Tamayo, Gerzso, María Izquierdo y Toledo, un lúcido ensayista político. Es el cronista de todas nuestras desventuras y prodigíos, más de las primeras, puesto que el México que nos ha tocado vivir ha sido fértil en desventurarse y, en cambio, los prodigios aparecen de manera excepcional como suelen hacerlo los milagros; es el documentador de la fecundísima gama de nuestra imbecibilidad nacional. Sus columnas atrapan semanalmente las declaraciones de los grandes de nuestro minúsculo universo; hablan en ella los financieros, los obispos, los senadores, diputados y gobernadores, el Presidente de la República, los "comunicadores", las cultas damas. El resultado es demoledor. A su lado, los hallazgos de Bouvard y Péuchet parecerían apotegmas de Platón o de Aristóteles. A esos atributos se suman otros más: bibliófilo, coleccionista de mil cosas heterógeneas, gatófilo, sinólogo si nos descuidamos. Todo esto es Carlos Monsiváis. Y además ya lo habrán descubierto los lectores, mi más entrañable amigo.
Xalapa, enero de 1996

1 comentario:

  1. Hola mi querida Tlaltecuthli, pues el texto que compartes con nosotros es muy interesante y verdaderamente acertado acerca de la imagen que nosotros (como mexicanos) conocemos de Monsi.

    Yo no puedo hablar más profundamente sobre él, porque, extrañamente, no he leído mucho de su obra, pero de que fue, es y será un pilar para la cultura nacional, es una verdad absoluta ;)

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